jueves, 2 de abril de 2015

Creepypasta: Sally


El verano era agradable y cálido aquel año. El sol, como siempre, calentaba la piel. La suave brisa que soplaba por el vecindario hacía que los días no fueran ni muy calurosos ni muy fríos. Simplemente, el tiempo era perfecto. Pero también fue un verano que Sally nunca olvidará.
Sally era una niña de ocho años con el pelo marrón y rizado y unos brillantes ojos verdes. Era muy educada, nunca mentía y hacía lo que le mandaban. Su madre y su padre la adoraban, ¿qué más podían pedir?
Sally reía cuando jugaba a la rayuela, a la comba, a las muñecas o al pilla-pilla con sus amigas fuera de su casa . Su madre sonreía entusiasmada al ver algo tan inocente. Se limpió las manos en el delantal y la llamó:
-¡Sally! ¡Entra en casa, es hora de merendar!
La niña miró por encima de su muñeca, sonrió y contestó:
-¡Sí, mami!
 Sally se sentó en la mesa y empezó a dar botes, emocionada por quién sabe qué. Su madre puso un sándwich con mantequilla de cacahuete y gelatina y sin corteza; unos palitos de zanahoria y apio y un zumo de naranja para beber.
-¡Gracias mamá! –dijo la niña.
-De nada cariño –respondió la madre. En el momento en el que Sally cogía el sándwich, ella se sentó al otro lado de la mesa y sonrió mientras veía cómo comía.– ¿Sabes qué? Tu tío Johnny viene a casa.
La niña levantó la cabeza y sonrió, con mantequilla de cacahuete en las comisuras de los labios.
-¡Mmm! ¿Tío Jommy? –repitió ella con comida en la boca. Su madre se rio y asintió.
-Viene para ayudar a papá con su trabajo y para cuidarte. ¡También podríamos ir todos a las ferias!
Sally masticó rápidamente lo que le quedaba del bocado y se lo tragó.
-¿Pueden venir Sarah y Jennie también? –preguntó. Su madre miró hacia arriba pensativa.
-Bueno, eso depende de lo que digan sus papás. ¡Pero por supuesto que pueden!
De nuevo, la niña rio y botó en la silla, ahora incluso más emocionada por las vacaciones de verano de aquel año.
Unos días después, el tío Johnny condujo hasta la casa. Salió del coche, estiró los brazos por encima de la cabeza y dejó salir un suspiro de cansancio.
-¡Tío Johnny! –gritó una vocecilla que llamó la atención del hombre. Sally tiró la comba con la que estaba jugando, corrió hacia él y lo abrazó.
-¡Hola Sal! ¿Qué tal estás? –preguntó él y elevó a la niña con facilidad para darle un buen abrazo. Ella rio y miró a sus amigas, que ahora los estaban saludando.
-Estaba jugando con Sarah y Jennie. ¡Vamos adentro para decirle a mamá que estás aquí!
-Me parece bien –él sonrió, entró en la casa y llamó a la mujer, seguido por Sally que lo estaba imitando.– ¡Marie! ¡Ya estoy aquí!
-¡Mami, ya está aquí!
El ama de casa salió rápidamente de la cocina y sonrió al ver a Johnny.
-Johnny, llegaste sano y salvo –le dijo. El hombre bajó a la niña al suelo y le dio una palmadita en el trasero para que se fuera. Después, abrazó a la mujer.
-Por supuesto. ¿Por qué no iba a llegar sano y salvo? –rio él y caminó hacia la cocina con la mujer. Sally trotó hasta la puerta y gritó que salía de nuevo a jugar.
-¡Vuelve antes de que se haga de noche!
-¡Sí, mami! –respondió la niña y se fue.
Cuando se aproximaba la hora de la cena, el padre de Sally volvió a casa, feliz al ver que su hermano había llegado bien. Entró con su hija y se acercó a Johnny para darle un apretón de manos y abrazarlo.
-Me alegro de verte, tío. ¿Qué tal estás? –preguntó cruzando los brazos. Vio que su esposa ya estaba poniendo la mesa para cenar. Johnny encogió los hombros mientras jugueteaba con los pulgares.
-Karen y yo nos hemos separado.
-Oh, eso es terrible. Lo siento.
Johnny sacudió la cabeza con una sonrisa.
-No, está bien. Soy feliz. Puedo moverme libremente sin tener a alguien queriendo saber constantemente dónde estoy y qué hago –dijo. Los dos hombres rieron juntos y caminaron hasta la mesa para cenar.– Mmm Marie, está delicioso.
-Gracias, me alegro de que te guste.
-¡Mmm! Está rico, mami.
Los adultos se rieron por el elogio de la niña. Los platos quedaron vacíos y Sally empezó a bostezar una y otra vez mientras se restregaba los ojos con las manos. Su madre sonrió y le frotó la espalda suavemente.
-Parece que alguien está cansado. ¡Hora de irse a la cama! –dijo. Sally asintió y se bajó de la silla. Cogió su plato y lo llevó hasta el fregadero. Su madre se levantó para llevarla a la cama pero John la agarró del brazo para que parara.
-Yo la llevaré a la cama –dijo sonriendo. Ella le devolvió la sonrisa.
-De acuerdo. Gracias John.
El hombre asintió al ver a la mujer levantarse para fregar los platos y guardar las sobras. Después vio a su hermano ir al baño para lavarse y siguió a la niña hasta su habitación.
John sonrió y cerró la puerta detrás de él. Después, vio a la niña acercarse a su armario en busca de un pijama para ponerse.
-¿Necesitas ayuda? –preguntó. La niña lo miró y asintió.– Vale, veamos qué tienes. –el hombre se puso a su lado y empezó a buscar entre todos sus pijamas.– Tienes algunos con estampado de fresas. Apuesto a que olerás como ellas en tus sueños –él levantó la camiseta, se la enseñó y la olió. 
Sally rio y sacudió la cabeza para mostrarle que no quería ponerse el pijama con estampado de fresas. Johnny asintió y recolocó la camiseta en su lugar. Después, sacó otra con unicornio.
-¿Qué te parece esta? Seguro que montarás en un unicornio con esta. 
De nuevo la niña rio y negó con la cabeza. El hombre dejó escapar un pequeño resoplido antes de volver a colocar la camiseta. Entonces, cogió un camisón blanco.
-¿Y este? Te convertirás en una princesa con este.
Los ojos de Sally se iluminaron, dio una palmada con entusiasmo y asintió. Él puso el camisón en la cama, se acercó a la niña y empezó a desabrocharle la camisa.
-Me sé desvestir yo sola, tío –dijo ella con una sonrisa mientras le miraba las manos. El hombre le devolvió la sonrisa y asintió pero continuó con su trabajo hasta el final de la camisa.
-Seguro que sabes pero estás cansada y, ¿por qué no ayudarte? –preguntó y vio que Sally asentía. Una vez que la camisa estaba desabrochada, él la deslizó por sus hombros y le dio un golpecito juguetón en la barriga, haciéndola reír. Él sonrió, agarró el borde de los pantalones cortos y tiró de ellos. Finalmente, el hombre cogió el camisón y puso la abertura por encima de la cabeza de la niña, asegurándose de que los brazos pasaran por las mangas.
-¡Hecho! –dijo feliz al ver a la niña sonreír. Ella se subió a la cama. Johnny se levantó y cogió la ropa. La puerta se abrió y la madre de Sally entró para arroparla.
-¿Estás preparada? –preguntó mientras caminaba alrededor de la cama. Johnny levantó la cabeza y se movió rápidamente hasta el otro lado.
-Yo la arropo, ¿de acuerdo? –dijo él. Marie lo miró y sonrió mientras sacudía la cabeza.
-Por supuesto que no –contestó la madre. Miró a su hija y se inclinó para besarla en la frente.– Buenas noches, cielo.
-Buenas noches mami –se despidió la niña. La madre le acarició suavemente la frente con el pulgar. Después cogió la ropa que Johnny tenía y fue hasta la puerta. Él le sonrió y caminó hasta el interruptor de la luz para apagarla. Cerró cuidadosamente la puerta y lentamente miró por encima de su hombro a Sally con una espeluznante y torcida sonrisa.
Unos días después, Marie notó que Sally no parecía ella misma. No sonreía tan animada como antes. No estaba feliz ni hablaba con la misma alegría. Marie la agarró de la mano antes de que saliera a jugar con sus amigas y la apartó. Sally la miró confundida.
-Cariño, ¿estás bien? –preguntó arrodillándose para estar a la altura de la niña. Sally clavó su mirada ausente en ella y lentamente empezó a llorar.
-M-mami… yo… yo no que-quería… –consiguió decir la niña entre gemidos.
-¿No querías hacer qué, cariño?
-Yo-yo… no que-quería jugar… No que-quería jugar a su jue-e-go… –sollozó Sally. Miró a su madre y le dio un fuerte abrazo.– Él… él me-me tocó… ¡Y-y me obligó a to-tocarlo! –Marie frunció el ceño y empezó a acariciar suavemente el pelo de la niña para tranquilizarla y hacerla callar.
-Shhhh, está bien. Mamá está aquí ahora –dijo la mujer. Solo fue una pesadilla. La niña tuvo una pesadilla espantosa.– Todo está bien ahora, ¿vale? No te preocupes por ello nunca más –vio que Sally levantó la cabeza con la respiración entrecortada por el llanto y sonrió.
-Va-vale mami. –consiguió responder. Su madre sonrió y la besó en la frente.
-Ahora ve a lavarte, no puedes jugar con tus amigas con la cara sucia –dijo Marie. Sally dejó salir una risita y corrió hacia el baño para limpiarse la cara.
Más tarde aquel día, Johnny y su hermano volvieron a casa después del trabajo. Frank suspiró y sonrió cuando vio a Sally saludarlo. El padre le devolvió el saludo, cerró la puerta del coche y caminó hasta la casa. Johnny miró a Sally, sonrió y también la saludó. La sonrisa de la niña languideció lentamente pero le devolvió el saludo. Johnny entró también en la casa, pero paró cuando oyó la conversación entre su hermano y su cuñada.
-¿Sally qué? –preguntó Frank.
-Tuvo una pesadilla. Una muy horrible. Dijo “Él me tocó”. –respondió Marie.
-Bien, ¿quién demonios es “Él”?
-No lo sé, Frank… pero solo fue una pesadilla. Quería explicarte qué le está pasando y por qué actúa diferente.
Johnny frunció el ceño enfadado; sus nudillos se estaban volviendo blancos. Después se calmó y pensó rápidamente. Dibujó una sonrisa en su cara, entró en la habitación de forma que pareciera algo casual y levantó las cejas.
-Ups, ¿interrumpo algo? –preguntó. La pareja sacudió la cabeza. Johnny sonrió otra vez y señaló con el pulgar hacia donde estaba el coche.– Voy a la tienda, ¿necesitas algo Marie?
La mujer sonrió y miró hacia la cocina. Entonces dijo:
-Pues la verdad es que sí. ¿Puedes traerme huevos, pan y zumo?
Johnny asintió. Estaba a punto de salir cuando paró y dijo:
-Sally quería venir también, para que lo sepáis.
-De acuerdo, gracias John –le agradeció Marie con una sonrisa. Él asintió de nuevo y salió de la casa con las llaves en la mano. Miró hacia donde estaban Sally y sus amigas y se puso una mano cerca de la boca para llamarla.
-¡Sally! –gritó. La niña levantó la cabeza y lo miró.– ¡Venga, vamos a la tienda!
John se dirigió al coche y le hizo gestos a Sally para que lo siguiera. La niña se quedó allí un momento, pero después dejó sus muñecas en la hierba.
-Luego vuelvo. Por favor, cuidad a Marzapan y a Lilly por mí –dijo la niña.
Jennie y Sarah sonrieron, asintieron y continuaron jugando a las muñecas sin ella. Sally caminó hasta el coche a regañadientes, se montó en el asiento del copiloto y se abrochó el cinturón.
.¿Mamá quiere que vayas a la tienda?
Johnny asintió y puso la llave en el arranque para encenderlo y dar marcha atrás para salir. Después respondió:
-Sip, quiere que le compre comida. A lo mejor también te puedo comprar algo a ti.
El hombre sonrió y miró a la niña. Sally le devolvió nerviosa la sonrisa y miró hacia adelante mientras el paisaje pasaba. Tan pronto como llegaron a la carretera que llevaba hasta la tienda, Sally notó que su tío no estaba frenando lentamente para entrar en el aparcamiento. Frunció el ceño confundida y lo miró.
-Tío Johnny, se va por ahí a la tienda –dijo ella señalando en dirección al establecimiento. 
Pero el hombre no dijo nada. Continuó conduciendo con una pequeña sonrisa en la cara. Sally se alzó y vio cómo, por detrás de los asientos posteriores, la tienda se iba haciendo cada vez más pequeña hasta desaparecer de la vista. Se dio cuenta entonces que no iban a comprar. Su tío estaba conduciendo hacia el pequeño aparcamiento del parque comunitario cercano a la ciudad.
Nadie iba al parque los domingos. Sally estaba nerviosa y miraba al hombre con los ojos muy abiertos mientras su respiración se aceleraba. Johnny dejó el coche en el aparcamiento y lo paró. Miró a la niña enfadado.
-Le contaste a tu mamá lo que pasó, ¿verdad? –preguntó. La niña negó aterrorizada con la cabeza.– No estás jugando bien, Sally. 
En su tono había un ligero retintín. El hombre agarró a la niña y la acercó hasta él a pesar de la resistencia que ella ponía y sus ruegos y sollozos.
-Me dijiste que jugarías conmigo Sally. Me has mentido –abrió la puerta y se bajó del coche con la niña. La tiró al suelo y la inmovilizó rápidamente sin preocuparse por cómo se retorcía y gritaba.– Ahora hay que castigarte por romper las normas –dijo con el mismo tono y empezó a desabrocharse el cinturón.

*

“Última hora: una pareja ha encontrado el cuerpo de la niña de ocho años Sally Williams en el parque de la comunidad. Ya se ha cerrado la larga búsqueda de esta semana . Más esta noche a las 9.”

*

Habría jurado que había cerrado la puerta antes de meterse en la cama. A lo mejor se había olvidado… La chica se levantó de su caliente y cómoda cama para atravesar la habitación y cerrar la puerta. Antes de volver a meterse entre las sábanas, oyó un crujido. ¿Se habían levantado sus padres? Probablemente ellos habían abierto la puerta para comprobar si estaba dormida. 
Tan pronto como se tapó las piernas, la chica se quedó paralizada al oír un débil… ¿llanto? Pero parecía el de un niño. Se levantó de nuevo, caminó hasta la puerta y la abrió. El llanto se oía más que en su habitación. La chica comenzó a moverse lentamente por el pasillo a oscuras, siguiendo los sollozos. Cuando llegó al final, emitió un grito ahogado. Sentada en el suelo frente a una ventana a la luz de luna había una niña. Estaba encorvada, llorando. ¿Cómo había entrado en la casa? ¿Por la ventana? La chica tragó saliva y dijo:
-¿Quién… quién eres? ¿Cómo entraste en mi casa?
De repente el llanto paró. La niña retiró lentamente las manos de su cara y se torció un poco para mirar detrás de ella. La sangre reemplazó las lágrimas y le manchó las manos. Tenía un profundo coágulo de sangre y pelo en un lateral de la cabeza y más sangre goteaba de la herida por su cara hasta su camisón sucio. Sus brillantes ojos verdes parecían estar mirando directamente al alma de la chica.
-Esta es mi casa… –respondió la niña con una voz ronca, como si le costara hablar. 
Retorció el cuerpo y se contoneó de una forma extraña según se levantaba para encarar a la chica. Tenía los pies sucios como si hubiera estado corriendo por el barro, las piernas y las rodillas cubiertas de raspaduras y el borde de su camisón estaba rasgado y deshilachado. El nombre de “Sally” estaba cosido en la parte de adelante. La niña extendió una de sus manos ensangrentadas, sonrió lentamente mostrando sus dientes manchados de sangre y dijo:
-Juega conmigo…


Traducido por Nyx.


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