lunes, 27 de abril de 2015

Despierto


Estoy despierto.
Hay mucha luz aquí. Demasiada. ¿Qué es este lugar? ¿Una prisión? ¿Un hospital? Hay cuatro paredes sólidas, un catre duro y un pequeño respiradero. ¿Y la puerta? No veo ninguna. ¿Dónde demonios estoy? ¿Cómo llegué hasta aquí?
Piensa... ¿Qué pasó? Trata de recordarlo... ¿Dónde estuve anoche? ¿Dónde dormí? Joder... no me acuerdo.
¡No me acuerdo ni de mi maldito nombre! ¿Quién soy? ¡ESPERA! Mira a tu alrededor, idiota. Encerrado en una habitación. Estoy en un manicomio. ¡Eso es! ¡Estoy loco! O estaba loco. Ahora soy consciente de ello. ¿Estoy curado? ¿Puedo irme?
Me levanto. Examino mi cuerpo. Estoy desnudo y extremadamente limpio como el resto de esta habitación. Todo lo que está a mi alrededor es blanco e impecable. Hay tanta maldita luz aquí.
-¿Hola? ¿Hay alguien aquí? ¡Necesito ayuda! -grito. No hay respuesta- ¡Alguien! ¡Por favor!
Empiezo a caminar por la habitación tocando las paredes. ¿Dónde está la puerta? Tiene que haber una puerta aquí. ¿Qué cojones? ¡TIENE que haber una puerta!
No hay nada. Paredes lisas y continuas. Miro debajo del catre para ver si hay algo más, cualquier cosa, en esta habitación. No me sorprende que no haya nada.
¿Estoy en un manicomio? Esto es tan surrealista. ¿Dónde demonios estoy? ¿Por qué no puedo recordar mi jodido nombre?
-¡Hey! Ya te has despertado, ¿verdad? -pregunta la voz de un hombre mayor a través del respiradero. Me precipito hacia él, muy nervioso.
-¡SÍ! ¿Qué está pasando? ¿Quién eres? ¡¿Qué es todo esto?! -grito con entusiasmo. Miro por el respiradero para no ver más que oscuridad.
-No recuerdas nada, ¿verdad? -me pregunta.
-No. No recuerdo nada de lo que pasó antes de despertarme aquí.
-Está bien -dice con un tono de burla-. Creo que lo harás bien.
¿Qué? Estoy tan cansado de esta sensación de estar jodidamente perdido. Quiero entender lo que pasa.
-Por favor -suplico-, ¿qué está pasando? ¿Quién eres? ¿Quién soy?
No escucho nada.
-¡DÍMELO! -grito. El eco lo repite a través del respiradero. Sigo sin obtener respuesta. Las horas pasan.
Me dejan solo con mis pensamientos. Me esfuerzo en llegar a los rincones de mi mente y descubrir quién demonios soy. Esto es tan marciano para mí. No sé por qué, ya que no tengo ningún recuerdo de mi vida con el que compararlo, pero sé que quiero irme de aquí. Tengo que salir de aquí.
Camino cerca de las paredes y toco cada palmo en busca de algo para salir. TIENE que haber algo. ¡No puede ser que este lugar lo construyeran a mi alrededor! ¿Por qué no encuentro nada? 
Las horas pasan y pasan y no consigo nada. Grito para pedir ayuda hasta que se me irrita la garganta pero no hay manera. Si alguien está escuchando, si ese hombre está todavía ahí fuera, no va a responder. Finalmente, exhausto, me echo en el suelo.
Cuando despierto, veo comida. Hay una bandeja con pan, arroz, un filete y un vaso de agua en el rincón. Estoy muy hambriento, por lo que no dudo en caminar hasta allí y empezar a comer. Está delicioso. Soy tan feliz. Cuando acabo todo, recupero el sentido común y empiezo a pensar de nuevo dónde estoy. Me encamino hacia el respiradero y grito:
-¿Hola?
-¡Hola! -oigo responder a alguien con un tono alegre.
-¿Quién eres? -pregunto.
-¿Te gustó la comida? -dice como respuesta.
No estoy de humor para estúpidos juegos. Quiero respuestas.
-¿DÓNDE ESTOY? ¡DÉJAME SALIR DE AQUÍ!
-Saldrás pronto. ¡Tenemos que asegurarnos de que estás sano!
¿Qué cojones? ¿Soy un maldito experimento? Estoy suficientemente sano. Quiero respuestas, quiero saber dónde estoy. Más importante, quiero ser libre.
-¡DÉJAME SALIR AHORA MISMO, MALDITO CABRÓN! ¡QUIERO IRME!
La voz se ha vuelto a marchar. Le grito una vez más, pero es inútil. Estoy solo.
Las horas siguen pasando y yo continúo con mi rutina de buscar una forma de salir. Por supuesto, no encuentro nada. Finalmente, siento la necesidad de utilizar el baño pero no hay ningún sitio al que ir. Lo grito alto pero no me responden. Soy demasiado orgulloso para hacerlo en un rincón. Eso es humillante. No dejaré que me vean así. Si es que pueden verme. Algo me dice que pueden. Siento que me están observando siempre. Un tiempo después, me tumbo y comienzo a llorar. Grito y chillo hasta quedarme exhausto y dormirme.
Algo extraño pasa entonces. Sueño.
En mi mente estoy volando. Hay árboles, ríos, luz solar y todo es muy raro. Puedo sentir una extraña sensación en el estómago y la boca. Duele un poco. 
Me despierto en mi prisión. Todavía me duele un poco el estómago. Lo froto con la mano y siento algo raro. Cuando miro, hay una cicatriz que sobresale. ¿Qué demonios es esto? Siento lo mismo en la mejilla. Estoy estupefacto pero sobre todo enfadado. Están jugando conmigo. Esperan a que me duerma para empezar con sus malditos juegos. Miro a las paredes y grito. Quiero salir de aquí.
-¿Estás bien? -oigo preguntar a una voz familiar.
-¡ME HAS HECHO DAÑO HIJO DE PUTA! ¡ME HAS ABIERTO EN CANAL! ¿QUÉ ME HAS HECHO? -grito mientras golpeo el respiradero tan fuerte como puedo. Lo romperé. Romperé lo que sea para llegar hasta este hombre y OBLIGARLE a darme una jodida respuesta. Lo golpeo y lo golpeo una y otra vez. Creo que lo he roto. No me importa. Continúo aporreándolo y gritando.
-Por favor, cálmate. Siento mucho que te duela. Todo mejorará pronto. ¿Te sientes solo?
Me niego a contestar. Lo ignoraré como él me ignora a mí. Que le jodan. No parece importarle si respondo o no. No le importo. A nadie le importo. Soy un experimento, un maldito juguete.
-Por favor, no te preocupes. Las cosas irán a mejor. ¡Te lo prometo! -dice y se va.
Me siento en la pequeña y dura cama y me miro las manos. Me han hecho tanto daño que no puedo mover un solo dedo sin sentir un intenso dolor en el brazo. Los huesos están colocados en direcciones casuales y apenas parecen humanas. Es ahora cuando me doy cuenta de lo jodido que estoy. ¿Qué me hice? Ese respiradero no se va a mover o romper haga lo que haga. Nada se va a mover o romper. Estoy atrapado. Eso es todo. Estoy atrapado y no voy a ninguna parte. Cuando mi mente comienza a vagar, comprendo algo finalmente. No tendré que moverme nunca más...
Cuando me quedé dormido necesitaba ir desesperadamente al baño. Ahora, sin embargo, esa necesidad ha desaparecido por completo. ¡¿Me abrieron para sacar mi mierda?! ¿Por qué cojones lo harían? ¿Qué está pasando aquí? Intento dilucidarlo en mi mente durante horas, pienso en cualquier posible situación en la que algo de esto tuviera sentido. Medito todo tipo de cosas pero nada encaja. Esto es una locura fortuita y no hay forma de entenderlo. Así que me rindo. Lo acepto. Es todo lo que puedo hacer.
El tiempo pasa.
No sé cuánto tiempo. Me despierto, grito, chillo, lloro. Encuentro comida para mí y la como. La voz habla de vez en cuando y me dice algo sobre tonterías codificadas que no me molesto en entender. Después, me duermo. A veces sueño pero no siempre. A veces son pesadillas: las paredes se cierran cada vez más hasta que no queda nada de habitación y me machacan. Los huesos se rompen y los pulmones se colapsan y yo lo siento todo lentamente. Estoy aterrorizado. Estoy loco. Quiero irme. SALDRÉ de aquí.
Me despierto y el cuerpo me duele aún más. Hay una cicatriz nueva en el pecho a lo largo de mi caja torácica y otra en la cabeza. Son parte de mi vida ahora. Nada nuevo respecto a eso. Aunque estas parecen un poco más grandes de lo habitual y duelen mucho más. Aun así, esto no es, con diferencia, lo más extraño del día. Miro al otro lado de la habitación y no me puedo creer lo que estoy viendo. Hay una chica aquí. Una chica de unos 17 años está tumbada en el suelo dormida en la otra parte de la habitación, completamente desnuda. Es hermosa. Me alegro tanto. No sé qué tienen ellos en mente pero no me importa. ¡Hay otra persona aquí! ¡Alguien a quien tocar, a quien mirar! ¡Alguien que sé que es real! Alguien que puede ayudarme a salir de aquí. Estoy... estoy tan emocionado. Mi mente está acelerada. ¿De dónde viene? ¿Qué debo hacer?
Salto y camino hacia ella. Le rozo el hombro y empiezo a hablar.
-¿Hola? Despierta.
Sus ojos se abren y me miran. Está aterrorizada. No sé por qué cosas ha pasado pero no parece tener el mismo entusiasmo que yo de estar con otro humano. Grita y se encoge asustada en el rincón de la habitación. Intento calmarla pero no sirve de nada.
-¡Por favor, no! ¡No voy a hacerte daño! -dije tan calmado como pude-. ¡Estoy de tu lado! ¡Estoy contigo! Por favor, cálmate. Confía en mí. ¿Estás bien? ¿Sabes dónde estamos?
Ella se mantuvo acurrucada en el rincón.
-Escucha, he estado aquí mucho tiempo. No sé qué es este lugar. ¿Sabes algo de esto? ¿Sabes quién nos tiene encerrados aquí? ¿Hay otros de dónde tú vienes? ¿Sabes cómo te llamas? -le pregunto. Ella responde con un gemido-. Estamos juntos en esto. Estamos juntos aquí. No tienes por qué preocuparte. Estaremos bien. Averiguaremos qué pasa. Saldremos de aquí. ¿De acuerdo? Nos iremos de aquí.
Mis palabras no significan nada. Me doy cuenta de que necesitará algo de tiempo para entender la realidad, así que voy hasta el respiradero y le doy tiempo para que se calme.
-Estará bien -dice una voz a través del respiradero-. Solo necesita tiempo para acostumbrarse a esto.
Ahí debo darle la razón. Quien quiera que sea esta persona, es la que está al mando. Descubrí hace un tiempo que no sirve de nada intentar discutir o persuadirla. Solo miro a la oscuridad del respiradero sin decir nada.
Finalmente, después de horas de sollozos, se calma. Me siento con ella e intento hacerle algunas preguntas. Nunca responde y, de hecho, parece no entender lo que digo. Siento como si el sonido de mi voz la tranquilizara un poco, así que sigo hablando. Le cuento todo sobre mi experiencia aquí desde que me desperté por primera vez. Intento relatar todo detalle que recuerdo de mi vida en esta prisión. Un tiempo después, me abraza y yo me siento muy bien. La piel caliente y lisa de su cuerpo desnudo abrazado a mí es diferente a cualquier otra cosa que he experimentado en esta habitación fría y sólida. Le paso los dedos por el pelo y ella gime suavemente. Estamos sentados en el suelo durante horas. Ahora sé que ella entiende. Somos ella y yo contra lo que sea esto. Pase lo que pase, estamos juntos en esto. 
A pesar de esta jodida situación, me siento mucho mejor ahora. Los días continúan pasando. Las cicatrices empiezan a desparecer pero nadie más viene. La comida llega y ahora contamos con el "lujo" de tener un lugar para ir el baño. La chica y yo nos hemos acercado mucho. Hemos hecho el amor varias veces. Ella es mi todo ahora. Prometo que si intentan alejarla de mí haré lo que sea para evitarlo.
Ahora estamos tumbados en el suelo, besándonos. Acabamos de hacer el amor y ha sido maravilloso. Ella confía en mí y yo en ella. Nunca le haría daño y no dejaría que nadie se lo hiciera.
-Te quiero -le dije mientras le besaba la cabeza. Ella sonrió y dijo lo mismo. Sé que entiende lo que significa, lo noto en su voz. Mientras se va quedando dormida me prometo a mí mismo que saldré de esta habitación y me llevaré a ella conmigo.
Entonces, pasa. Me despierto y ella no está. Sabía que era cuestión de tiempo, solo me hice creer a mí mismo que no pasaría. Lloro, grito, voy al respiradero.
-¿QUÉ HABÉIS HECHO CON ELLA? ¡TRAÉDMELA DE NUEVO! -grito mientras golpeo el respiradero.
-¡No te preocupes! -contesta la voz a la que ya estoy acostumbrado-. Ella está bien. ¡Está en otro lugar! Es algo en lo que hemos estado trabajando este tiempo. ¿Te gustaría verlo?
Estoy confundido, enfadado, asustado. Luchar no tiene ningún sentido. Este es mi maestro. Él tiene el control, mi voluntad. Me seco las lágrimas y le digo que sí. Le ruego, de hecho. Le digo que seré bueno, que haré lo que quiera, que no intentaré escapar o golpear las paredes o hacer nada malo.
-Solo, por favor, déjame estar con ella. Por favor.
-Ahora mismo -dice riéndose de mí con sus palabras.
-¡POR FAVOR! -grito, lloro y suplico. No puedo hacer esto sin ella, lo sé. Haré lo que sea para estar con ella. 
La voz me deja solo otra vez y yo quiero morir. Haría cualquier cosa por suicidarme y acabar con esto de una vez por todas pero no puedo dejarla. Ella me necesita y le prometí que nunca la dejaría. Lloro y grito en un rincón hasta que empiezo a toser sangre. Finalmente, vomito y me desmayo de agotamiento.
Me despierto en un lugar extraño. ¿Es esto un sueño? Debe serlo. Hay árboles y hierba. El hermoso cielo está sobre mí. ¡No estoy en la prisión! ¡Esto no puede ser real! Pero lo es. ¡Realmente lo es! Espera. ¿Esto significa...?
Corro. Corro por todas partes en su búsqueda. Él me lo prometió. Tiene que estar aquí. Empiezo a aceptar mi nuevo hogar. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy todavía encerrado pero esta vez en un sitio más grande. Veo que enormes vallas blancas de unos 6 metros rodean el área. Me preocuparé de eso cuando esté otra vez con ella. Ahora mismo solo quiero encontrarla. Los árboles son tan hermosos. Todo es tan bonito. Solo la necesito a ella.
Finalmente, la oigo. Ella grita de alegría y corre hacia mí. Nos abrazamos, lloramos y nos besamos apasionadamente. Estoy feliz. Estoy tan feliz de que me hayan dejado estar con ella de nuevo. Estoy completo ahora y puedo relajarme. Después de calmarnos, decidimos investigar este nuevo lugar.
Deambulamos durante horas de pared a pared por la habitación. Quienes sean nuestros captores, realmente se esforzaron en este lugar. Hay un río que fluye por todas las inmediaciones y una máquina gigante que llega hasta el cielo, por encima de la parte más alta de la valla. Cuando nos acercamos, nos ofrece comida. Toda la comida que hubiéramos podido desear. Y está deliciosa. Esto es increíble. Probamos todo lo que podemos hasta llenarnos por completo. Estamos tan felices juntos. Pero todavía... hay algo que aleja a este nuevo lugar de la libertad. Esas malditas paredes. Si alguna vez somos libres para saber quiénes somos realmente, dónde estamos en verdad, tendremos que pasar esas paredes. Así que por ahora debemos idear un plan.
Los días pasan. Nos lo pasamos bien los dos en nuestro pequeño paraíso, mientras intentamos de forma secreta encontrar alguna forma de escapar. El hombre del respiradero nunca nos habla aquí pero todavía sé que está observando. Están mirando aún. Lo siento cada segundo del día.
Un día se nos ocurre algo. Cuando ella lo ve, se entusiasma.
-¡Mira! ¡Mira! -me susurra. Estoy orgulloso de su dominio del idioma. Lo ha estado aprendiendo de mí durante este tiempo.
Lo que vimos fue un árbol, igual que los otros. Este, sin embargo, estaba peligrosamente cerca de la pared y era lo suficientemente alto como para escalarlo y saltar. Sería una gran caída pero merecería la pena llegar hasta el fondo de toda esta mierda. Esta es. Lo sé. Esta es nuestra salida.
Aunque debemos tener cuidado. Le digo que tenemos que esperar y tranquilizarnos. Si lo hacemos deprisa sin pensar, podemos joderlo todo. Ella lo entiende, lo sé, pero no le gusta. Le digo que debemos aguantar uno o dos días y descubrir la mejor forma de hacerlo. Sé que ellos están encima de nosotros. Están esperando a que movamos ficha y puedan castigarnos. Van a separarnos o meternos de nuevo en esa pequeña habitación o ambas cosas. Y NO puedo dejar que eso ocurra. De ninguna manera.
Esa noche oí de nuevo a mi viejo amigo. Me desperté con su voz susurrante. Miré a mi alrededor pero no vi nada. La voz está por todas partes y por ningún lado. ¿Está en mi cabeza? ¿La estoy imaginando? No lo sé. No estoy dispuesto a arriesgar si es tan solo mi imaginación, así que le contesto:
 -¿Qué quieres? ¿Qué nos has hecho? ¿Dónde estamos?
Él ignora todas mis preguntas. No me sorprende lo más mínimo. Él me dice, me advierte. Conoce nuestro plan. Lo SABÍA. No tenemos secretos con nuestros captores. Están por todas partes, siempre observando.
-Olvídalo -me dice-. Disfruta de tu nueva casa.
-PRISIÓN -le corrijo-. Esta es una jodida prisión. Todo lo que he querido desde que me desperté aquel día era la maldita verdad y nunca he conseguido nada de ti. Estás jodidamente enfermo. He estado aquí preso durante meses, AÑOS, ¡CUÉNTAME AL MENOS QUIÉN SOY!
La voz se ha ido. Empiezo a caminar pensando en todo esto. Hoy es el día. Nos vamos de aquí. No importa qué hay al otro lado de la valla, sé que tiene que ser mejor que esto. La libertad está detrás de esa valla.
El sol sale y camino hasta ella. Supongo que se estará despertando ahora. Cuando llego a donde dormimos veo que no está. Ella nunca escaparía de mí así. ¿Dónde está...? oh, no... ya está marchando hacia allá. ¿También llegó hasta ella la voz esta noche?
Corro hacia el árbol. Sé que ella está allí. Sé que lo está. Cuando llego, la veo ya a mitad de camino.
-¡ESPERA! -grito. Ella mira hacia mí y me sonríe. Me hace gestos para que suba yo también. Todavía estoy asustado pero me doy cuenta que no puedo permitirme estarlo. Tengo que levantarme contra ellos, esos cabrones. Voy a por ello con todo lo que tengo.
Juntos los dos escalamos el árbol. Subimos más alto y más alto y, finalmente, FINALMENTE estamos cerca del final. Ella llega hasta la rama más alta y se apoya sobre la pared. Yo la miro a la cara y veo una expresión de total y desenfrenado éxtasis. Ha ganado. Lo sabe. Lo que sea que vea desde ahí, ella sabe que es su libertad. Sonríe hacia mí y veo una ingenua curiosidad en sus ojos. Sin poder esperarlo más, me alcanza, me besa y escala por la pared.
¡MIERDA! Oigo que se agarra a lo alto de la valla y llega al otro lado con una caída. Grita y escucho que su cuerpo ha golpeado el suelo. Por favor, deja que esté bien. ¡No permitas que le pase nada! Sin pensarlo, escalo hasta lo alto de la valla y salto.
La caída es dura para mí también. Cuando aterrizo, siento un dolor que nunca había sentido, ni siquiera con las cicatrices. De todas formas, no creo que nada esté roto. Si lo está, estoy muy preocupado por ella como para centrarme en ello. Está llorando y agarrándose la pierna. La compruebo pero parece estar bien. Sin embargo, algo en ella es diferente. A lo mejor es por la luz o por haber golpeado la tierra tan fuerte pero su piel está más áspera. Está sucia. Yo también. Finalmente, me levanto y examino el lugar en el que estamos ahora.
Caímos sobre barro. Tierra y barro. Estamos amoratados, heridos y asustados. Pero al menos somos libres. Al menos tenemos una oportunidad. Miro hacia la pared que habíamos escalado, orgulloso de nuestra proeza. Después oigo algo. Un poco más lejos hay otro edificio: uno enorme con forma de platillo y cuya puerta mecánica se había abierto.
Caminamos hacia allí lentamente, con cuidado de no hacernos más daño. Mis piernas me están matando pero debo saber qué es eso. Según nos acercamos, el edificio hace un ruido estruendoso que nos detiene. Por la puerta salen... otros. La única otra gente que he visto.
Debe haber una docena de ellos al menos. Sin embargo, no son exactamente como nosotros. Son más altos, más delgados y llevan ropa. El tono de su piel es mucho más claro que el nuestro y sus dedos parecen ser más largos. Son como nosotros pero tienen algo muy diferente. Uno de ellos se acerca. Se detiene a unos 5 o 6 metros de nosotros. Nos mira con intensidad. Todo lo que podemos hacer es mirarlo nosotros también. Cuando finalmente habla, me deja impactado. Este hombre, este hombre al que estoy mirando a la cara, es el del respiradero. Él es la voz que me mantuvo encerrado y atormentado durante tanto tiempo. Él es mi único amigo y mi único enemigo.
-¿Qué habéis hecho? -nos pregunta a los dos. No puedo distinguir por sus ojos grandes y negros si está enfadado o triste-. Habéis arruinado todo lo que hemos hecho para vosotros.
-¡JÓDETE! -le grito-. ¡No volveremos a ser tus malditos esclavos nunca más!
Él nos mira en silencio durante lo que parecen ser unos minutos. Después, se gira hacia sus iguales, que aún están dentro del edificio, suspira y nos vuelve a mirar.
-Sabíamos que era cuestión de tiempo. A partir de ahora tendréis que hacer las cosas vosotros solos. Este es, me temo, el único modo de aprender.
No sé qué decir. No estoy seguro de qué significa eso. No estoy seguro de si me preocupa. Solo lo miro aferrándome a mi amada. No importa, no tendré que volver a hacer las cosas como antes. Eso es lo que realmente importa.
Él vuelve al edificio y la puerta se cierra. De repente, sucede algo sorprendente: el edificio entero se eleva en el aire. Con un gran destello, las paredes y todo lo que era nuestra prisión se esfuman sin dejar rastro. El edificio volador se eleva aún más alto y más alto en el aire hasta desaparecer. Ahora, finalmente, estamos solos.
Juntos vagamos por el área en busca de respuestas. Estoy empezando a sentirme incómodo. Tengo hambre y por primera vez que yo recuerde, no tengo comida. No hay dispensador, ni máquina, ni bandeja mágica esperando por mí. Solo somos yo, ella y el mundo.
Estos últimos dos años, las cosas han sido bastante diferentes. Estábamos muy perdidos cuando se fueron. Me odio a mí mismo por decir esto pero quiero que vuelvan. Quiero oír su voz otra vez, tener comida, que me limpien y que me cuiden. La comida que consumimos ahora es horrible. Nuestra forma de vida es terrible. Ahora nos ensuciamos y nos herimos. Da igual donde durmamos, no nos lavamos ni nos curamos como antes. Nos levantamos de la misma forma que nos fuimos a dormir. Tenemos que limpiarnos y cuidarnos nosotros mismos. No fue hasta que se marcharon cuando nos dimos cuenta de cuánto los necesitábamos.
Hace frío. Tenemos que matar a los animales que deambulan por aquí y ponernos sus pieles para mantenernos calientes. Nos sentimos estúpidos, sucios e indefensos. Odiamos lo que somos ahora. A veces me despierto en la noche y trato de traer su voz a mi cabeza de nuevo. Intento hablar con él y espero y espero a que me conteste. Pero no lo hace. Quienes quiera que fueran, se han marchado. Solo estamos Eva y yo ahora. Al igual que cuando nos conocimos, sé que pase lo que pase, nos tendremos el uno al otro. Esto me ayuda a continuar a veces.
Aquí nos hemos acercado aún más el uno al otro. Ella está embarazada, así que hemos trabajado duro para construir un refugio agradable para nuestra familia. Es difícil pero sé que podemos hacerlo. Muchas noches ella llora y yo la abrazo y le acaricio la cabeza.
-¿A dónde crees que han ido, Adán? ¿Crees que volverán alguna vez y nos ayudarán?
Yo sé que no pero trato de ser valiente por ella.
-No lo sé. A lo mejor sí. Ellos nos aman. Sé que todavía nos quieren.
Le doy un beso en la cabeza como ya he hecho tantas veces antes. Espero, más que nada en el mundo, que lo que le acabo de decir sea cierto.

Traducido por Nyx.



domingo, 19 de abril de 2015

El baile de las sombras



Examiné la oscuridad.
Sabía que en trance estaba.
Cuando mi cabeza giró hacia la tenebrosidad,
vi a las sombras que bailaban.

Las voces decían
hazlo, hazlo, muere.
Sentía que el cráneo se abría.
Al menos debía probar suerte.

No podía soportar a las voces gritando,
arrodillado sobre el balcón de madera.
Me parecía estar soñando,
pero esa visión era verdadera.

Me precipité hacia la muerte.
Vi cómo el suelo se acercaba.
Los huesos desgarraron la piel dejándola inerte.
Sabía que mi vida se terminaba...

Acabas de leer mi historia.
Mirarás por el rabillo del ojo en breve 
y me oirás gritarte con voz afónica,
hazlo, hazlo, ¡muere!


Traducido por Nyx.


domingo, 12 de abril de 2015

Todos los monstruos son humanos



Siempre le has tenido una pequeña fobia ridícula a los espejos. Eso nunca ha interferido en tu vida, excepto en alguna ocasión sin importancia. Cerrarías los ojos durante una invocación a Bloody Mary de esas que se hacen en secundaria y correrías para pasar cuanto antes todos los espejos en un pasillo oscuro. Pero esas son cosas que cualquiera que se haya criado en el terror y el gore consideraría más una costumbre que una rareza.
Una noche, tarde, te estás preparando para salir con unos amigos. Sientes que tienes la cara sucia, por lo que decides arreglarte en tu piso donde te puedes limpiar con tus cosas. Todos están por ahí, sacándose fotos y en general pasándoselo bien cuando tú decides lavarte y maquillarte de nuevo. Piensas que la forma más rápida de hacerlo es como en los anuncios, en los que para desmaquillarse de una sola vez se echan agua con los ojos bien cerrados y empapan por completo el suelo del baño. Echas un vistazo para estar segura de que tus amigos no se dan cuenta de tu momento de duda al cerrar los ojos y lavarte sin mirar al espejo.
Mientras te aclaras la cara, tus ojos se abren para ver a tu reflejo sostenerte la mirada, lo que no es inusual. Sin embargo, lo que sí es extraño es que cuando estás saliendo, el otro tú no lo hace. Os miráis con los ojos bien abiertos y esperáis a ver qué pasa después. Te giras hacia tus amigos para comprobar si ellos están viendo lo mismo que tú y te encuentras con que sus sonrisas se están ensanchando, demasiado como para ser humanas. Sus ojos se vuelven tan negros como el carbón y empiezan a caminar hacia ti. Tu reflejo y el de tus amigos empiezan a gritar. Tus amigas se lanzan hacia sus dopplegängers*.
Siempre supiste que estabas en el lado incorrecto.
Cuando tus ojos empiezan a arder de una forma totalmente dolorosa pero placentera, tu sonrisa se ensancha mucho. Demasiado.


*Dopplegänger: es un doble de una persona real o alguien que se le parece mucho. Se habla de dopplegänger cuando un individuo se asemeja a otro que existió en una época pasada o cuando alguien nos recuerda a otra persona que conocemos sin tener ningún tipo de parentesco. A veces se considera un fenómeno paranormal, en el que un individuo ve a otro en un lugar en el que no suele o no debería estar. Los supersticiosos dicen que ver el dopplegänger de otra persona o el nuestro propio trae muy mala suerte.


Traducido por Nyx.


domingo, 5 de abril de 2015

Enterrada viva



Mi tatarabuela estuvo enferma durante un tiempo y finalmente falleció. Mi tatarabuelo estaba destrozado, no podía creérselo. Ella fue su único verdadero amor y habían estado casados durante 50 años, tanto que el uno sabía lo que el otro pensaba.
En aquella época, las parcelas de enterramiento en los cementerios eran sencillas y los cuerpos no se embalsamaban o intentaban preservar. Simplemente, se metían los cadáveres en ataúdes y se enterraban. 
Durante ese tiempo, mi tatarabuelo no quería dejar a su mujer y lo tuvieron que separar de ella antes de prepararla para el enterramiento. Se quejaba tanto que lo tuvieron que sedar y acostar en la cama. Enterraron a su mujer y eso fue todo. Pero incluso después de que el médico anunciara el fallecimiento, mi tatarabuelo insistía en que no estaba muerta.
Aquella noche, se despertó después de tener una horrible visión de su esposa arañando el ataúd desesperadamente en su intento de escapar de él. Llamó al médico inmediatamente y suplicó que exhumaran el cuerpo de su mujer. Pero el médico se negó. Continuó teniendo la misma pesadilla todas las noches durante esa semana y cada día llamaba al médico para que sacaran a su esposa de la tumba.
Finalmente, el médico cedió y las autoridades locales desenterraron el ataúd y lo abrieron. Para horror y sorpresa de todos, mi tatarabuela tenía las uñas dobladas hacia atrás y había arañazos visibles en la tapa del ataúd. 

Traducido por Nyx.

Historia original: http://www.halloween-website.com/buried_alive.htm

Imagen: http://vickie666.deviantart.com/art/Cemetery-251050560

sábado, 4 de abril de 2015

El dóberman atragantado


Una mujer volvía a su casa después del trabajo. Allí encontró a su perro, un gran dóberman, tumbado sobre el suelo jadeando en busca de aire. La mujer, preocupada por la salud del animal, metió al perro inmediatamente en el coche y lo llevó al veterinario.
El veterinario lo examinó pero como no encontró nada que explicara sus dificultades respiratorias, le dijo a la mujer que tenía que hacerle una traqueotomía al animal e insertarle varios tubos por la tráquea para que pudiera respirar. Le explicó que no era algo agradable de ver y rogó a la mujer que se fuera a casa y dejara al dóberman allí aquella noche.
Cuando la mujer llegó a casa, el teléfono no paraba de sonar. Lo descolgó y se sorprendió al oír al veterinario al otro lado de la línea. Más extraño fue su mensaje: "¡Sal de la casa inmediatamente! ¡Ve a la de uno de tus vecinos y llama a la policía!"
Al parecer, cuando el veterinario realizó la operación, encontró una razón muy siniestra para explicar los problemas que tenía el perro para respirar. Tres dedos humanos estaban atascados en su garganta. Preocupado por que la persona a la que pertenecían aquellas extremidades desmembradas estuviera aún en la casa, llamó para avisar a la mujer.
Finalmente, la policía llegó al lugar. En la casa, encontraron a un intruso inconsciente, sin dedos, tumbado dentro de un armario. 

Traducido por Nyx.



jueves, 2 de abril de 2015

Creepypasta: Sally


El verano era agradable y cálido aquel año. El sol, como siempre, calentaba la piel. La suave brisa que soplaba por el vecindario hacía que los días no fueran ni muy calurosos ni muy fríos. Simplemente, el tiempo era perfecto. Pero también fue un verano que Sally nunca olvidará.
Sally era una niña de ocho años con el pelo marrón y rizado y unos brillantes ojos verdes. Era muy educada, nunca mentía y hacía lo que le mandaban. Su madre y su padre la adoraban, ¿qué más podían pedir?
Sally reía cuando jugaba a la rayuela, a la comba, a las muñecas o al pilla-pilla con sus amigas fuera de su casa . Su madre sonreía entusiasmada al ver algo tan inocente. Se limpió las manos en el delantal y la llamó:
-¡Sally! ¡Entra en casa, es hora de merendar!
La niña miró por encima de su muñeca, sonrió y contestó:
-¡Sí, mami!
 Sally se sentó en la mesa y empezó a dar botes, emocionada por quién sabe qué. Su madre puso un sándwich con mantequilla de cacahuete y gelatina y sin corteza; unos palitos de zanahoria y apio y un zumo de naranja para beber.
-¡Gracias mamá! –dijo la niña.
-De nada cariño –respondió la madre. En el momento en el que Sally cogía el sándwich, ella se sentó al otro lado de la mesa y sonrió mientras veía cómo comía.– ¿Sabes qué? Tu tío Johnny viene a casa.
La niña levantó la cabeza y sonrió, con mantequilla de cacahuete en las comisuras de los labios.
-¡Mmm! ¿Tío Jommy? –repitió ella con comida en la boca. Su madre se rio y asintió.
-Viene para ayudar a papá con su trabajo y para cuidarte. ¡También podríamos ir todos a las ferias!
Sally masticó rápidamente lo que le quedaba del bocado y se lo tragó.
-¿Pueden venir Sarah y Jennie también? –preguntó. Su madre miró hacia arriba pensativa.
-Bueno, eso depende de lo que digan sus papás. ¡Pero por supuesto que pueden!
De nuevo, la niña rio y botó en la silla, ahora incluso más emocionada por las vacaciones de verano de aquel año.
Unos días después, el tío Johnny condujo hasta la casa. Salió del coche, estiró los brazos por encima de la cabeza y dejó salir un suspiro de cansancio.
-¡Tío Johnny! –gritó una vocecilla que llamó la atención del hombre. Sally tiró la comba con la que estaba jugando, corrió hacia él y lo abrazó.
-¡Hola Sal! ¿Qué tal estás? –preguntó él y elevó a la niña con facilidad para darle un buen abrazo. Ella rio y miró a sus amigas, que ahora los estaban saludando.
-Estaba jugando con Sarah y Jennie. ¡Vamos adentro para decirle a mamá que estás aquí!
-Me parece bien –él sonrió, entró en la casa y llamó a la mujer, seguido por Sally que lo estaba imitando.– ¡Marie! ¡Ya estoy aquí!
-¡Mami, ya está aquí!
El ama de casa salió rápidamente de la cocina y sonrió al ver a Johnny.
-Johnny, llegaste sano y salvo –le dijo. El hombre bajó a la niña al suelo y le dio una palmadita en el trasero para que se fuera. Después, abrazó a la mujer.
-Por supuesto. ¿Por qué no iba a llegar sano y salvo? –rio él y caminó hacia la cocina con la mujer. Sally trotó hasta la puerta y gritó que salía de nuevo a jugar.
-¡Vuelve antes de que se haga de noche!
-¡Sí, mami! –respondió la niña y se fue.
Cuando se aproximaba la hora de la cena, el padre de Sally volvió a casa, feliz al ver que su hermano había llegado bien. Entró con su hija y se acercó a Johnny para darle un apretón de manos y abrazarlo.
-Me alegro de verte, tío. ¿Qué tal estás? –preguntó cruzando los brazos. Vio que su esposa ya estaba poniendo la mesa para cenar. Johnny encogió los hombros mientras jugueteaba con los pulgares.
-Karen y yo nos hemos separado.
-Oh, eso es terrible. Lo siento.
Johnny sacudió la cabeza con una sonrisa.
-No, está bien. Soy feliz. Puedo moverme libremente sin tener a alguien queriendo saber constantemente dónde estoy y qué hago –dijo. Los dos hombres rieron juntos y caminaron hasta la mesa para cenar.– Mmm Marie, está delicioso.
-Gracias, me alegro de que te guste.
-¡Mmm! Está rico, mami.
Los adultos se rieron por el elogio de la niña. Los platos quedaron vacíos y Sally empezó a bostezar una y otra vez mientras se restregaba los ojos con las manos. Su madre sonrió y le frotó la espalda suavemente.
-Parece que alguien está cansado. ¡Hora de irse a la cama! –dijo. Sally asintió y se bajó de la silla. Cogió su plato y lo llevó hasta el fregadero. Su madre se levantó para llevarla a la cama pero John la agarró del brazo para que parara.
-Yo la llevaré a la cama –dijo sonriendo. Ella le devolvió la sonrisa.
-De acuerdo. Gracias John.
El hombre asintió al ver a la mujer levantarse para fregar los platos y guardar las sobras. Después vio a su hermano ir al baño para lavarse y siguió a la niña hasta su habitación.
John sonrió y cerró la puerta detrás de él. Después, vio a la niña acercarse a su armario en busca de un pijama para ponerse.
-¿Necesitas ayuda? –preguntó. La niña lo miró y asintió.– Vale, veamos qué tienes. –el hombre se puso a su lado y empezó a buscar entre todos sus pijamas.– Tienes algunos con estampado de fresas. Apuesto a que olerás como ellas en tus sueños –él levantó la camiseta, se la enseñó y la olió. 
Sally rio y sacudió la cabeza para mostrarle que no quería ponerse el pijama con estampado de fresas. Johnny asintió y recolocó la camiseta en su lugar. Después, sacó otra con unicornio.
-¿Qué te parece esta? Seguro que montarás en un unicornio con esta. 
De nuevo la niña rio y negó con la cabeza. El hombre dejó escapar un pequeño resoplido antes de volver a colocar la camiseta. Entonces, cogió un camisón blanco.
-¿Y este? Te convertirás en una princesa con este.
Los ojos de Sally se iluminaron, dio una palmada con entusiasmo y asintió. Él puso el camisón en la cama, se acercó a la niña y empezó a desabrocharle la camisa.
-Me sé desvestir yo sola, tío –dijo ella con una sonrisa mientras le miraba las manos. El hombre le devolvió la sonrisa y asintió pero continuó con su trabajo hasta el final de la camisa.
-Seguro que sabes pero estás cansada y, ¿por qué no ayudarte? –preguntó y vio que Sally asentía. Una vez que la camisa estaba desabrochada, él la deslizó por sus hombros y le dio un golpecito juguetón en la barriga, haciéndola reír. Él sonrió, agarró el borde de los pantalones cortos y tiró de ellos. Finalmente, el hombre cogió el camisón y puso la abertura por encima de la cabeza de la niña, asegurándose de que los brazos pasaran por las mangas.
-¡Hecho! –dijo feliz al ver a la niña sonreír. Ella se subió a la cama. Johnny se levantó y cogió la ropa. La puerta se abrió y la madre de Sally entró para arroparla.
-¿Estás preparada? –preguntó mientras caminaba alrededor de la cama. Johnny levantó la cabeza y se movió rápidamente hasta el otro lado.
-Yo la arropo, ¿de acuerdo? –dijo él. Marie lo miró y sonrió mientras sacudía la cabeza.
-Por supuesto que no –contestó la madre. Miró a su hija y se inclinó para besarla en la frente.– Buenas noches, cielo.
-Buenas noches mami –se despidió la niña. La madre le acarició suavemente la frente con el pulgar. Después cogió la ropa que Johnny tenía y fue hasta la puerta. Él le sonrió y caminó hasta el interruptor de la luz para apagarla. Cerró cuidadosamente la puerta y lentamente miró por encima de su hombro a Sally con una espeluznante y torcida sonrisa.
Unos días después, Marie notó que Sally no parecía ella misma. No sonreía tan animada como antes. No estaba feliz ni hablaba con la misma alegría. Marie la agarró de la mano antes de que saliera a jugar con sus amigas y la apartó. Sally la miró confundida.
-Cariño, ¿estás bien? –preguntó arrodillándose para estar a la altura de la niña. Sally clavó su mirada ausente en ella y lentamente empezó a llorar.
-M-mami… yo… yo no que-quería… –consiguió decir la niña entre gemidos.
-¿No querías hacer qué, cariño?
-Yo-yo… no que-quería jugar… No que-quería jugar a su jue-e-go… –sollozó Sally. Miró a su madre y le dio un fuerte abrazo.– Él… él me-me tocó… ¡Y-y me obligó a to-tocarlo! –Marie frunció el ceño y empezó a acariciar suavemente el pelo de la niña para tranquilizarla y hacerla callar.
-Shhhh, está bien. Mamá está aquí ahora –dijo la mujer. Solo fue una pesadilla. La niña tuvo una pesadilla espantosa.– Todo está bien ahora, ¿vale? No te preocupes por ello nunca más –vio que Sally levantó la cabeza con la respiración entrecortada por el llanto y sonrió.
-Va-vale mami. –consiguió responder. Su madre sonrió y la besó en la frente.
-Ahora ve a lavarte, no puedes jugar con tus amigas con la cara sucia –dijo Marie. Sally dejó salir una risita y corrió hacia el baño para limpiarse la cara.
Más tarde aquel día, Johnny y su hermano volvieron a casa después del trabajo. Frank suspiró y sonrió cuando vio a Sally saludarlo. El padre le devolvió el saludo, cerró la puerta del coche y caminó hasta la casa. Johnny miró a Sally, sonrió y también la saludó. La sonrisa de la niña languideció lentamente pero le devolvió el saludo. Johnny entró también en la casa, pero paró cuando oyó la conversación entre su hermano y su cuñada.
-¿Sally qué? –preguntó Frank.
-Tuvo una pesadilla. Una muy horrible. Dijo “Él me tocó”. –respondió Marie.
-Bien, ¿quién demonios es “Él”?
-No lo sé, Frank… pero solo fue una pesadilla. Quería explicarte qué le está pasando y por qué actúa diferente.
Johnny frunció el ceño enfadado; sus nudillos se estaban volviendo blancos. Después se calmó y pensó rápidamente. Dibujó una sonrisa en su cara, entró en la habitación de forma que pareciera algo casual y levantó las cejas.
-Ups, ¿interrumpo algo? –preguntó. La pareja sacudió la cabeza. Johnny sonrió otra vez y señaló con el pulgar hacia donde estaba el coche.– Voy a la tienda, ¿necesitas algo Marie?
La mujer sonrió y miró hacia la cocina. Entonces dijo:
-Pues la verdad es que sí. ¿Puedes traerme huevos, pan y zumo?
Johnny asintió. Estaba a punto de salir cuando paró y dijo:
-Sally quería venir también, para que lo sepáis.
-De acuerdo, gracias John –le agradeció Marie con una sonrisa. Él asintió de nuevo y salió de la casa con las llaves en la mano. Miró hacia donde estaban Sally y sus amigas y se puso una mano cerca de la boca para llamarla.
-¡Sally! –gritó. La niña levantó la cabeza y lo miró.– ¡Venga, vamos a la tienda!
John se dirigió al coche y le hizo gestos a Sally para que lo siguiera. La niña se quedó allí un momento, pero después dejó sus muñecas en la hierba.
-Luego vuelvo. Por favor, cuidad a Marzapan y a Lilly por mí –dijo la niña.
Jennie y Sarah sonrieron, asintieron y continuaron jugando a las muñecas sin ella. Sally caminó hasta el coche a regañadientes, se montó en el asiento del copiloto y se abrochó el cinturón.
.¿Mamá quiere que vayas a la tienda?
Johnny asintió y puso la llave en el arranque para encenderlo y dar marcha atrás para salir. Después respondió:
-Sip, quiere que le compre comida. A lo mejor también te puedo comprar algo a ti.
El hombre sonrió y miró a la niña. Sally le devolvió nerviosa la sonrisa y miró hacia adelante mientras el paisaje pasaba. Tan pronto como llegaron a la carretera que llevaba hasta la tienda, Sally notó que su tío no estaba frenando lentamente para entrar en el aparcamiento. Frunció el ceño confundida y lo miró.
-Tío Johnny, se va por ahí a la tienda –dijo ella señalando en dirección al establecimiento. 
Pero el hombre no dijo nada. Continuó conduciendo con una pequeña sonrisa en la cara. Sally se alzó y vio cómo, por detrás de los asientos posteriores, la tienda se iba haciendo cada vez más pequeña hasta desaparecer de la vista. Se dio cuenta entonces que no iban a comprar. Su tío estaba conduciendo hacia el pequeño aparcamiento del parque comunitario cercano a la ciudad.
Nadie iba al parque los domingos. Sally estaba nerviosa y miraba al hombre con los ojos muy abiertos mientras su respiración se aceleraba. Johnny dejó el coche en el aparcamiento y lo paró. Miró a la niña enfadado.
-Le contaste a tu mamá lo que pasó, ¿verdad? –preguntó. La niña negó aterrorizada con la cabeza.– No estás jugando bien, Sally. 
En su tono había un ligero retintín. El hombre agarró a la niña y la acercó hasta él a pesar de la resistencia que ella ponía y sus ruegos y sollozos.
-Me dijiste que jugarías conmigo Sally. Me has mentido –abrió la puerta y se bajó del coche con la niña. La tiró al suelo y la inmovilizó rápidamente sin preocuparse por cómo se retorcía y gritaba.– Ahora hay que castigarte por romper las normas –dijo con el mismo tono y empezó a desabrocharse el cinturón.

*

“Última hora: una pareja ha encontrado el cuerpo de la niña de ocho años Sally Williams en el parque de la comunidad. Ya se ha cerrado la larga búsqueda de esta semana . Más esta noche a las 9.”

*

Habría jurado que había cerrado la puerta antes de meterse en la cama. A lo mejor se había olvidado… La chica se levantó de su caliente y cómoda cama para atravesar la habitación y cerrar la puerta. Antes de volver a meterse entre las sábanas, oyó un crujido. ¿Se habían levantado sus padres? Probablemente ellos habían abierto la puerta para comprobar si estaba dormida. 
Tan pronto como se tapó las piernas, la chica se quedó paralizada al oír un débil… ¿llanto? Pero parecía el de un niño. Se levantó de nuevo, caminó hasta la puerta y la abrió. El llanto se oía más que en su habitación. La chica comenzó a moverse lentamente por el pasillo a oscuras, siguiendo los sollozos. Cuando llegó al final, emitió un grito ahogado. Sentada en el suelo frente a una ventana a la luz de luna había una niña. Estaba encorvada, llorando. ¿Cómo había entrado en la casa? ¿Por la ventana? La chica tragó saliva y dijo:
-¿Quién… quién eres? ¿Cómo entraste en mi casa?
De repente el llanto paró. La niña retiró lentamente las manos de su cara y se torció un poco para mirar detrás de ella. La sangre reemplazó las lágrimas y le manchó las manos. Tenía un profundo coágulo de sangre y pelo en un lateral de la cabeza y más sangre goteaba de la herida por su cara hasta su camisón sucio. Sus brillantes ojos verdes parecían estar mirando directamente al alma de la chica.
-Esta es mi casa… –respondió la niña con una voz ronca, como si le costara hablar. 
Retorció el cuerpo y se contoneó de una forma extraña según se levantaba para encarar a la chica. Tenía los pies sucios como si hubiera estado corriendo por el barro, las piernas y las rodillas cubiertas de raspaduras y el borde de su camisón estaba rasgado y deshilachado. El nombre de “Sally” estaba cosido en la parte de adelante. La niña extendió una de sus manos ensangrentadas, sonrió lentamente mostrando sus dientes manchados de sangre y dijo:
-Juega conmigo…


Traducido por Nyx.