Extraído de un periódico local:
PELIGROSO ASESINO DESCONOCIDO SIGUE SUELTO
Tras semanas de homicidios inexplicables, el
peligroso asesino desconocido sigue aumentando sus crímenes. Después de las
escasas pruebas encontradas, un chico afirma que sobrevivió a uno de sus
ataques y con valentía cuenta su historia.
“Tuve una pesadilla y me desperté en medio de la noche”, cuenta el chico, “Vi que por alguna razón la ventana estaba abierta aunque recuerdo que la cerré antes de irme a la cama. Me levanté y la cerré otra vez. Después, simplemente me metí debajo de las sábanas e intenté volver a dormir.”
“Tuve una pesadilla y me desperté en medio de la noche”, cuenta el chico, “Vi que por alguna razón la ventana estaba abierta aunque recuerdo que la cerré antes de irme a la cama. Me levanté y la cerré otra vez. Después, simplemente me metí debajo de las sábanas e intenté volver a dormir.”
“Fue entonces cuando tuve una sensación
extraña, como si alguien me estuviera observando. Levanté la cabeza y casi
salté de la cama. Ahí, en el pequeño rayo de luz, iluminados entre las
cortinas, había un par de ojos. No eran unos ojos normales, eran oscuros y siniestros.
Estaban rodeados de negro y… simplemente me aterrorizaron. Es en ese momento
cuando vi su boca. Una sonrisa larga y horrenda que hizo que todos los pelos
del cuerpo se me erizaran. La figura se quedó allí, observándome. Finalmente,
después de lo que me pareció una eternidad, lo dijo. Una simple frase, pero
dicha de la manera que sólo un loco podía hacerlo. Me dijo: 'Vete a dormir.' Se
me escapó un grito, lo que provocó que se acercara a mí. Sacó un cuchillo y lo
apuntó a mi corazón. Saltó encima de mi cama. Yo me defendí, le di patadas y
puñetazos. Rodé para intentar quitármelo de encima.”
“En ese momento entró mi padre. El hombre
lanzó el cuchillo, que se clavó en el hombro de mi padre. Probablemente lo
habría matado, de no ser por un vecino que llamó a la policía.”
“Los policías condujeron hasta el
aparcamiento y corrieron hacia la puerta. El hombre se dio la vuelta y bajó al
recibidor. Escuché un ruido muy fuerte. Cuando salí de mi cuarto, vi que el
cristal de la ventana que daba a la parte de atrás de mi casa estaba roto. Miré
por ella para ver desaparecer al hombre en la distancia. Si de algo estoy
seguro es que nunca olvidaré esa cara. Aquellos ojos fríos y siniestros y esa
sonrisa psicótica nunca saldrán de mi cabeza.”
La policía todavía está buscando a este hombre. Si ve a alguien que encaje en la descripción de esta historia, por favor póngase en contacto con su departamento de policía local más cercano.
La policía todavía está buscando a este hombre. Si ve a alguien que encaje en la descripción de esta historia, por favor póngase en contacto con su departamento de policía local más cercano.
*
Jeff y su familia se acababan de mudar a un nuevo vecindario. Su padre había conseguido un ascenso en el trabajo y pensaron que sería mejor vivir en uno de esos barrios “buenos”. Jeff y su hermano Liu no podían quejarse. Una casa nueva y mejor, ¿cómo no les iba a gustar? Mientras descargaban, una de sus vecinas llegó.
-Hola -saludó-. Soy Bárbara. Vivo al otro
lado de la calle. Sólo quería conoceros y presentaros a mi hijo. -Se dio la
vuelta y lo llamó.- Billy, estos son nuestros nuevos vecinos. -El niño dijo
hola y se volvió corriendo a jugar a su jardín.
-Bueno -dijo la madre de Jeff-, yo soy
Margaret, este es mi marido Peter, y mis dos hijos, Jeff y Liu.
Cada uno se presentó. Después, Bárbara los
invitó al cumpleaños de su hijo. Jeff y su hermano estaban a punto de protestar
cuando su madre aceptó. Una vez que Jeff y su familia habían acabado de
descargar, Jeff le preguntó a su madre:
-Mamá, ¿por qué tenemos que ir a una fiesta
de niños? Por si no lo has notado, ya no soy un estúpido niño.
-Jeff - contestó su madre-, nos acabamos de
mudar aquí, debemos mostrar que queremos pasar tiempo con nuestros vecinos.
Iremos a esa fiesta y no hay peros que valgan.
Jeff empezó a replicar, pero paró. Sabía que
no podía hacer nada. Siempre que su madre decía algo, era definitivo. Jeff se
fue a su cuarto y se dejó caer sobre la cama. Estaba acostado allí mirando al
techo cuando de repente tuvo una sensación extraña. No tanto como dolor pero…
era una sensación extraña. Él la descartó como una simple sensación casual. Oyó
a su madre llamarlo para que bajara a recoger sus cosas y él hizo lo que le
mandó.
Al día siguiente, Jeff bajó por las escaleras
para desayunar y prepararse para ir al instituto. Mientras estaba allí sentado,
comiendo su desayuno, tuvo una vez más esa sensación. Esta vez era más fuerte.
Sintió un dolor leve, como un tirón, pero de nuevo lo descartó. En cuanto Liu y
él terminaron su desayuno, se dirigieron a la parada del autobús y se sentaron
a esperarlo. De repente, un chico en un monopatín saltó sobre ellos, a sólo
unos centímetros por encima de sus rodillas. Ambos dieron un brinco por la
sorpresa.
-¡Eh! ¿Qué demonios..?
El chico aterrizó y se volvió hacia ellos.
Levantó su monopatín y lo cogió con las manos. Parecía tener unos doce años,
uno menos que Jeff. Llevaba una camisa de Aéropostale y unos vaqueros azules
rasgados.
-Bueno, bueno, bueno. Parece que tenemos algo
de carne fresca -dijo. De repente, aparecieron otros dos chicos. Uno de ellos
era muy delgado y el otro, enorme.- Bueno, como sois nuevos aquí, me gustaría
presentarnos. Ese de ahí es Keith. -Jeff y Liu miraron al chico delgado.
Parecía aletargado, lo que te hacía pensar que podría tener alguna
enfermedad.-Y él es Troy. -Miraron al chico gordo. Hablando de grasa, parecía
que ese no hubiera hecho ejercicio desde que dejó de gatear.
-Y yo -dijo el primer chico- soy Randy.
Ahora, para todos los chicos en este barrio hay un pequeño precio a pagar por
el billete de autobús, ¿me entendéis? -Liu se puso de pie, preparado para darle
un puñetazo al chico en medio de los ojos, cuando uno de sus amigos sacó un
cuchillo.- Tch, tch, tch, yo esperaba que fuerais más cooperativos, pero parece
que tendremos que hacerlo por las malas. -El chico se acercó a Liu y le sacó la
cartera del bolsillo. Jeff tuvo esa sensación de nuevo. Ahora era realmente
fuerte, una sensación de ardor. Se puso de pie y aunque Liu le hizo gestos para
que volviera a sentarse, lo ignoró y se acercó al chico.
-Escúchame bien mocoso, devuélvele la cartera
a mi hermano o de lo contrario… -comenzó a decir. Randy guardó la cartera en su
bolsillo y sacó su propio cuchillo.
-¿Ah sí? ¿Y qué vas a hacer? -le interrumpió
Randy.
Nada más acabar la frase, Jeff golpeó al
chico en la nariz. Mientras Randy se tocaba la cara, Jeff agarró al chico por
la muñeca y se la rompió. Randy gritó y Jeff le quitó el cuchillo de la mano.
Troy y Keith arremetieron contra Jeff pero él fue más rápido. Tiró a Randy al
suelo. Keith intentó golpearlo, pero Jeff lo esquivó y lo apuñaló en el brazo.
Keith dejó caer su cuchillo y se desplomó gritando. Troy también intentó cargar
contra él, pero esta vez Jeff no necesitó ni el cuchillo. Tan sólo golpeó a
Troy en el estómago y el chico cayó al mismo tiempo que devolvía todo. Liu no
pudo hacer otra cosa que mirar con asombro a Jeff.
-Jeff, ¿cómo has...?
Eso es todo lo que dijo. Vieron que el
autobús venía. Sabían que los culparían de todo el asunto, así que empezaron a
correr tan rápido como pudieron. Mientras lo hacían, miraron hacia atrás y
vieron como el conductor del autobús se precipitaba hacia Randy y los otros.
Cuando Jeff y Liu llegaron al colegio, no se
atrevieron a contar lo que pasó. Todo lo que hicieron fue sentarse y escuchar.
Liu pensó que su hermano tan sólo había pegado a unos cuantos chicos pero Jeff
sabía que era algo más. Era algo... aterrador. Cuando tuvo esa sensación,
sintió lo poderosa que era. La necesidad de simplemente hacer daño a alguien.
No le gustaba cómo sonaba, pero tampoco pudo evitar sentirse feliz. La extraña
sensación desapareció y se mantuvo alejada durante el resto del día. Cuando llegó
a casa, sus padres le preguntaron qué tal fue todo y él respondió con una voz
un tanto inquietante:
-Fue un día maravilloso.
A la mañana siguiente, oyó que llamaban al
timbre. Bajó para encontrar a dos policías en la puerta, su madre mirándolo con
cara enfadada.
-Jeff, estos oficiales me han dicho que atacaste a tres chicos, que no fue una pelea normal, y que fueron apuñalados. ¡Apuñalados, hijo! -Jeff miró al suelo, mostrándole a su madre que era cierto.
-Jeff, estos oficiales me han dicho que atacaste a tres chicos, que no fue una pelea normal, y que fueron apuñalados. ¡Apuñalados, hijo! -Jeff miró al suelo, mostrándole a su madre que era cierto.
-Mamá, fueron ellos los que nos amenazaron a
mí y a Liu con sus cuchillos.
-Hijo -dijo uno de los policías-, hemos
encontrado a tres chicos, dos apuñalados, uno con un moratón en el estómago.
Tenemos varios testigos que os vieron huir de la escena. Ahora, ¿qué nos dices
a eso?
Jeff sabía que era inútil. Podía decir que él
y Liu habían sido atacados pero no había pruebas de que no fueron ellos quienes
iniciaron la pelea. No podían decir que no estaban huyendo, porque en verdad sí
lo hacían. Así que Jeff no podía defender a ninguno de los dos.
-Hijo, llama a tu hermano. -Jeff no podía
hacerlo, ya que fue él quien golpeó a todos los chicos.
-Señor... fui yo. Yo fui quien atacó a los
chicos. Liu trató de detenerme, pero no pudo. -El policía miró a su compañero y
ambos asintieron.
-Bueno, chico, parece que te espera un año en
el reformatorio.
-¡Esperen! -gritó Liu. Todos miraron hacia
arriba y lo vieron con un cuchillo. Los policías sacaron las pistolas y
apuntaron hacia él.
-Fui yo. Yo pegué a esos mocosos. Tengo las
marcas que lo demuestran. -Se subió las mangas para enseñar algunos cortes y
moratones, como si hubiera estado en una pelea.
-Hijo, baja el cuchillo -instó el policía.
Liu lo alzó y lo dejó caer al suelo. Después levantó las manos y se acercó a
los policías.
-No, Liu. ¡Fui yo! ¡Yo Lo hice! -gritó Jeff
con lágrimas corriendo por sus mejillas.
-Oh, pobre hermano. Tratando de echarse la
culpa por algo que hice yo. Bueno, llevadme con vosotros. -Los policías guiaron
a Liu hasta el coche patrulla.
-¡Liu, diles que fui yo! ¡Díselo! ¡Yo fui
quien pegó a esos chicos! -La madre de Jeff le puso las manos sobre los
hombros.
-Jeff, por favor, no tienes que mentir.
Sabemos que fue Liu, puedes dejarlo ya.
Jeff observó con impotencia cómo el coche de
policía se iba con Liu dentro. Unos minutos más tarde, el padre de Jeff llegó a
la casa. Al ver la cara de su hijo, supo que algo estaba mal.
-Hijo, hijo, ¿qué pasa?
Jeff no podía contestar. Sus cuerdas vocales
estaban tensas por el esfuerzo de llorar. En su lugar, su madre llevó a su
padre adentro para darle las malas noticias mientras Jeff se desahogaba en la
entrada.
Una hora después, entró en la casa y vio que
sus padres estaban conmocionados, tristes y decepcionados. No pudo mirarlos. No
podía entender cómo ellos pensaban que fue Liu cuando la culpa era suya. Se fue
a dormir para intentar olvidar todo.
Dos días pasaron, sin ninguna noticia de Liu
en el reformatorio. Ningún amigo con el que salir. Nada más que tristeza y
culpabilidad. Eso fue hasta el sábado, cuando la madre de Jeff lo levantó con
una cara alegre y radiante.
-Jeff, hoy es el día -dijo mientras abría las
cortinas y dejaba entrar luz en la habitación.
-¿Qué... qué día es hoy? -preguntó Jeff
mientras se despertaba.
-Es la fiesta de Billy -Ahora estaba del todo
despierto.
-Mamá, ¿estás bromeando, verdad? No esperarás
que vaya a una fiesta de niños después de... -Hubo una larga pausa.
-Jeff, los dos sabemos lo que pasó. Creo que
esta fiesta puede ser lo que alegre los días pasados. Ahora, vístete.- la madre
de Jeff salió de la habitación y bajó las escaleras para prepararse ella
también. Él luchó por levantarse. Cogió una camiseta cualquiera y unos vaqueros
y bajó. Vio a su madre y a su padre muy arreglados; ella se había puesto un
vestido y él un traje. “¿Por qué se ponen ropa elegante para ir a una fiesta de
niños?” pensó Jeff.
-Hijo, ¿eso es lo que te vas a poner?
-preguntó la madre de Jeff.
-Mejor que ir muy arreglado -respondió él. Su
madre mantuvo las ganas de gritarle y las escondió con una sonrisa.
-Jeff, puede que llevemos ropa demasiado
elegante pero así hay que ir si quieres causar una buena impresión -dijo su
padre. Jeff gruñó y volvió a su habitación.
-¡No tengo nada elegante que ponerme! -gritó.
-Elige algo y ya -contestó su madre.
Jeff buscó en su armario algo que pudiera
considerarse elegante. Encontró un par de pantalones negros de vestir que tenía
para ocasiones especiales y un chaleco. No tenía ninguna camisa que pudiera
encajar. Buscó y solo encontró camisas de rayas y estampadas. Ninguna quedaba
bien con pantalones de vestir. Finalmente, encontró una sudadera con capucha
blanca y se la puso.
-¿Vas a ir con eso? -preguntaron los dos. Su
madre miró el reloj.- Oh, no hay tiempo para cambiarse. Vámonos -dijo mientras
empujaba a Jeff y a su padre fuera de la casa. Cruzaron la calle hasta la casa
de Bárbara y Billy. Llamaron a la puerta y allí apareció Bárbara, tan arreglada
como sus padres. Cuando entraron, Jeff solo vio adultos, ningún niño.
-Los niños están en el jardín. Jeff, ¿qué te
parece ir y conocer a algunos? -propuso Bárbara.
Jeff salió afuera, al jardín lleno de niños.
Todos correteaban con extraños disfraces de cowboy, disparándose unos a otros
con pistolas de plástico. Parecía que estuviera en un Toys R Us. De repente, un
niño se le acercó y le dio una pistola de juguete y un sombrero.
-Hey. ¿Quieres juga'? -preguntó.
-Ah, no chaval. Soy demasiado mayor para esas
cosas -contestó Jeff. El niño lo miró con ojos de cordero degollado.
-Po' favo' -insistió el niño.
-Vale -accedió Jeff.
Se puso el sombrero y empezó a simular que
disparaba a los niños. Al principio pensó que era totalmente ridículo pero
después comenzó a pasárselo bien. Puede que no fuera lo más divertido del mundo
pero era la primera vez que hacía algo que le sacaba a Liu de la cabeza. Así,
jugó con los niños durante un rato, hasta que oyó un extraño ruido como si algo
rodara. Entonces se dio cuenta. Randy, Troy y Keith saltaron la valla con sus
monopatines. Jeff tiró la pistola de mentira y se quitó el sombrero. Randy lo
miró con un odio ardiente.
-Hola, Jeff, ¿no? -dijo-. Tenemos un asunto
pendiente. -Jeff vio que tenía un moratón en la nariz.
-Creo que estamos empatados. Yo os di una
paliza y vosotros mandasteis a mi hermano al reformatorio. -Randy lo miraba con
ira.
-Oh no, yo no voy al empate, yo apuesto por
ganar. Puede que nos patearas el culo aquel día, pero no hoy.
Tras decir eso, Randy se abalanzó sobre Jeff
y ambos cayeron al suelo. El primero golpeó al segundo en la nariz. Jeff agarró
a Randy por las orejas y le dio un cabezazo. Lo empujó lejos de él y ambos se
levantaron. Los niños estaban gritando y los padres corrieron afuera de la
casa. Troy y Keith sacaron dos pistolas de sus bolsillos.
-¡Que nadie se mueva o le volamos los sesos!
-amenazaron.
Randy sacó un cuchillo y apuñaló a Jeff en el
hombro. Jeff gritó y cayó de rodillas. Randy empezó a golpearlo en la cara. Después
de tres patadas, Jeff agarró su pie y se lo retorció, haciendo que Randy cayera
al suelo. Se levantó y caminó hacia la puerta de atrás. Troy lo agarró.
-¿Necesitas ayuda?
Troy levantó a Jeff por el pescuezo y lo
lanzó hasta la puerta del patio. Cuando Jeff intentó levantarse, alguien lo
tiró al suelo. Randy empezó a golpearlo repetidamente, hasta que empezó a toser
sangre.
-¡Vamos, Jeff! ¡Pelea conmigo! -levantó a
Jeff y lo lanzó dentro de la cocina. Randy vio una botella de vodka en la
encimera y la rompió en la cabeza de Jeff- ¡Pelea! -lo lanzó de nuevo hacia el
salón.- ¡Vamos Jeff, mírame! -Jeff levantó la vista. Su cara estaba llena de
sangre.- ¡Yo fui el que mandó a tu hermano al reformatorio! ¡Y ahora tú te vas
a quedar ahí sentado mientras él se pudre allí un año entero! ¡Debería darte
vergüenza! -Jeff comenzó a levantarse. -¡Oh, por fin te levantas y peleas!
Jeff estaba ya de pies, con sangre y vodka en
la cara. Una vez más sintió esa sensación extraña, esa que no había sentido en
un tiempo.
-¡Finalmente se ha levantado! -dijo Randy al
mismo tiempo que corría hacia Jeff.
Y en ese momento pasó. Algo dentro de Jeff
estalló. Su mente quedó anulada, todos los pensamientos racionales se fueron.
Todo lo que podía hacer era matar. Agarró a Randy y lo estampó contra el suelo.
Se puso encima de él y lo golpeó en el pecho. El puñetazo hizo que el corazón
de Randy se parara. Mientras Randy jadeaba en busca de aire, Jeff lo golpeó con
dureza. Puñetazo tras puñetazo, la sangre empezó a salir a borbotones del cuerpo
de Randy hasta que tomó su último aliento y murió.
Todo el mundo se quedó mirando a Jeff. Los
padres, los niños llorando, incluso Troy y Keith. Aunque rápidamente apartaron
la mirada y apuntaron con las pistolas a Jeff. Este comenzó a correr escaleras
arriba. Troy y Keith abrieron fuego contra él, fallando cada uno de los
disparos. Jeff escuchó entonces que Troy y Keith lo seguían. Cuando ya se les
estaban acabando los cartuchos de bala, Jeff se metió en el baño. Agarró el
toallero y lo arrancó de la pared. Troy y Keith entraron corriendo, cuchillos
en mano.
Troy intentó apuñalar a Jeff, quien
retrocedió y lo golpeó en la cara con el toallero, haciéndole caer. El único
que quedaba era Keith pero este era más ágil que Troy y esquivó el toallero
cuando Jeff lo intentó golpear. Tiró el cuchillo y agarró a Jeff por el cuello,
empujándolo contra la pared. Un recipiente con lejía cayó desde lo alto de la
estantería encima de ellos. Ambos se estaban abrasando y comenzaron a gritar.
Jeff se limpió los ojos lo mejor que pudo. Levantó el toallero y golpeó a Keith
en la cabeza. Tirado en el suelo desangrándose, dejó escapar una sonrisa
amenazadora.
-¿Qué es tan gracioso? -preguntó Jeff. Keith
sacó un mechero y lo encendió.
-Lo gracioso -respondió- es que tú estás cubierto
de alcohol y lejía.
Los ojos de Jeff se abrieron por completo
cuando Keith le tiró el mechero. Tan pronto como el fuego entró en contacto con
él, las llamas se prendieron con la lejía y el vodka. Mientras el alcohol lo
quemaba, la lejía blanqueaba su piel. Jeff soltó un grito horrible. Intentó
extinguir el fuego pero era inútil. El alcohol lo había convertido en un
infierno andante. Bajó hasta la entrada y cayó al pie de las escaleras. Todos
empezaron a gritar cuando vieron a Jeff, ahora un hombre en llamas, tirado en
el suelo, casi muerto. Lo último que vio fue a su madre y a otros padres
intentando extinguir las llamas. En ese momento, perdió la consciencia.
Cuando Jeff despertó tenía la cara vendada.
No podía ver, pero sentía una venda en su hombro y puntos por todo su cuerpo.
Intentó ponerse de pies. Se dio cuenta de que en su brazo había insertado un
tubo y cuando trató de levantarse, se cayó. Una enfermera entró rápidamente.
-Creo que todavía no te puedes levantar de la
cama -dijo mientras lo recostaba y le reinsertaba el tubo. Jeff se quedó allí
sentado, sin visión, sin idea alguna de cómo era su alrededor. Finalmente,
después de varias horas, oyó a su madre.
-Cariño, ¿estás bien? -preguntó. Jeff no
podía responder. Su cara estaba cubierta y le resultaba imposible hablar.- Oh,
cariño, tengo buenas noticias. Después de que todos los testigos contaran a la
policía que Randy confesó haber intentando atacarte, han decidido dejar en
libertad a tu hermano. -Esto provocó que Jeff casi saltara de la cama, pero se
quedó a medias tras recordar el tubo que salía de su brazo.- Estará aquí
mañana. Así, vosotros dos podréis estar juntos de nuevo.
La madre de Jeff lo abrazó y se despidió de
él. Durante las siguientes semanas, recibió muchas visitas de su familia.
Entonces, llegó el día en el que le quitarían las vendas. Todos estaban allí
para verlo, para ver cómo había quedado. Esperaron hasta que le retiraran casi
por completo la última venda, que sujetaba a las otras.
-Esperemos lo mejor -dijo el médico.
Rápidamente tiró de la venda y dejó que las demás cayeran solas. Su madre gritó
tras verlo. Liu y su padre lo miraron sobrecogidos.
-¿Qué? ¿Qué le ha pasado a mi cara? -preguntó
Jeff. Salió de la cama y corrió hasta el baño. Se miró en el espejo y vio la
causa de la angustia. Su cara era... era horrible. Sus labios estaban quemados,
reducidos a una sombra roja oscura. Su piel pasó a ser de color blanco puro y
su pelo cambió de castaño a moreno. Lentamente se tocó la cara. Sintió que su
piel era gruesa y correosa. Miró a su familia y después al espejo.
-Jeff -dijo Liu-, no está tan mal...
-¿No está tan mal? -dijo Jeff.- ¡Es perfecta!
-toda su familia se sorprendió. Jeff empezó a reírse sin control. Sus padres
notaron que su mano y ojo izquierdos se sacudían.
-Eh... Jeff, ¿estás bien?
-¿Bien? ¡Nunca he estado tan feliz! Ja ja ja
ja ja jaaaaaaa, miradme. Esta cara es perfecta para mí. -No podía parar de
reír. Se acariciaba la cara y se miraba en el espejo.
¿Cuál era la causa de esto? Bueno,
probablemente recuerdes que cuando Jeff estaba peleando contra Randy algo en su
mente, su cordura, se quebró. En ese momento se convirtió en una loca máquina
de matar, lo que sus padres no sabían aún.
-Doctor -dijo la madre de Jeff-, ¿mi hijo
está... bien? Ya sabe, ¿de la cabeza?
-Oh sí. Su comportamiento es típico de los
pacientes a los que se les ha suministrado grandes cantidades de calmantes. Si
no cambia en un par de semanas, tráigamelo de vuelta y le haremos un examen
psicológico.
-Oh, gracias doctor. -La madre de Jeff se
dirigió a su hijo.- Jeff, cielo. Es hora de irse. -Jeff dejó de mirarse en el
espejo, en su cara todavía estaba esa sonrisa extraña.
-¡Va mamá, ja ja jaaaaaaa! -Su madre lo
agarró del hombro y lo llevó a recoger su ropa.
-Esto es con lo que llegó -dijo la chica de
la mesa. La madre de Jeff miró hacia lo que le estaba entregando para ver los
pantalones negros de vestir y la sudadera blanca de su hijo. Estaban cosidos y
limpios de sangre. Los llevó a la habitación e hizo que Jeff se los pusiera.
Después salieron, sin saber que aquel sería su último día de vida.
Más tarde, por la noche, la madre de Jeff se
despertó con un sonido que venía del baño. Parecía que alguien estuviera
llorando. Caminó despacio para ver de qué se trataba. Cuando miró dentro del
baño, vio algo horrible. Jeff había cogido un cuchillo y se había cortado una
sonrisa en las mejillas.
-Jeff, ¿qué haces? -preguntó su madre. Jeff
la miró.
-No podía sonreír constantemente, mamá. Duele
después de un rato. Ahora, puedo sonreír para siempre -respondió. Ella notó que
sus ojos estaban rodeados de negro.
-Jeff, ¡tus ojos! -gritó. Sus ojos parecían
no cerrarse nunca.
-No podía verme la cara. Me sentía cansado y
mis ojos se empezaron a cerrar. Me he quemado los párpados, así podré ver mi
nueva cara siempre -dijo Jeff. Su madre empezó a retroceder lentamente al ver
que su hijo se estaba volviendo loco.- ¿Qué pasa mamá? ¿No soy hermoso?
-Sí, hijo -respondió-. Lo eres. De-deja que
avise a papá y así pueda verte la cara. -Se fue corriendo hasta la habitación y
sacudió al padre de Jeff hasta despertarlo.- Cariño, coge la pistola que...
-paró cuando vio a Jeff en la puerta con un cuchillo.
-Mamá, me mentiste. -Esa fue la última cosa
que oyeron antes de que Jeff los apuñalara.
Su hermano Liu se despertó desconcertado por
el ruido. No escuchó nada más, así que simplemente cerró los ojos e intentó
retomar el sueño. Cuando estaba a punto de dormirse, tuvo la extraña sensación
de que alguien lo observaba. Alzó la cabeza, antes de que la mano de Jeff le
cubriera la boca. Éste levantó el cuchillo lentamente, listo para clavárselo.
Liu forcejeó todo lo que pudo para intentar escapar de Jeff.
-Shhhhhhh -dijo Jeff- Vete a dormir.
Traducido por Nyx
Creepypasta original: http://www.creepypasta.com/jeff-the-killer/

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